jueves, 13 de enero de 2011

Recien Nacido


JELED = Recién Nacido o en forma femenina JALDAH

Éxodo 2:3,6,8 pero el empleo de este termino arroja una nueva luz al sentido de algunos pasajes de la escritura. Así, recordamos que es aplicado a nuestro Señor en la profecía de su nacimiento Isa 9:6 “Porque un niño (“JALED”, un recién nacido) nos ha nacido un hijo (“BEN”) nos es dado” mientras que en Isa. 2:6 su empleo añade un nuevo sentido a la acusación: “pactan (o se dan la mano) con los “JALDE”, o los “bebes”, de los extranjeros”, marcándolos, por asi decirlo, no solo como los hijos de los extraños, sino como no santos desde su mismo nacimiento. Pueden comparar el uso pictórico o poético de la palabra “JELED” en pasajes como Isa. 29:23 Isa. 57:4 Jer. 31:20 Ec. 4:13 1Rey 12:8 2Rey 2:24 y Gen 62:22.

LA CRIANZA DE LOS NIÑOS JUDIOS


La ternura del vinculo que unía a los padres judíos con sus hijos aparece incluso en la multiplicidad y vivides de las expresiones con que son designadas las diferentes etapas de la infancia en hebreo. Ademas de términos tan generales como BEN y BAT (hijo e hija) , encontramos no menos de nueve términos diferentes para expresar cada una de las etapas de la vida del infante.

Hay un pasaje en la Misnà que designa y, pro así decirlo etiqueta originalmente los diferentes periodos de la vida en base a sus características. Vale la pena reproducirlo, aunque solo sea a modo de introducción a lo que tendremos que decir acerca de la crianza de los niños. El rabi Jehudah, hijo de Tema, Dice:

a los cinco años : Lectura de la Biblia

a los diez años : aprendizaje de la Misnà

a los trece años: ligado a los mandamientos

a los quince años: el estudio del Talmud

a los dieciocho años: matrimonio

a los veinte años: la dedicación a la profesión o a los negocios

a los treinta años: vigor pleno

a los cuarenta años: madurez de razón

a los cincuenta años: para consejo

a los sesenta años: comienzo de la ancianidad

a los setenta años: edad gris

a los ochenta años: ancianidad avanzada

a los noventa años: encorvado

a los cien años como si estuviera muerto e ido y quitado del mundo

De todo esto se menciona cinco años como cuando se espera que el niño comience a leer la biblia naturalmente, en el original hebreo. Pero también había opiniones encontradas. Por lo general, se consideraba una instrucción tan temprana como buena solo en el caso de niños sanos y fuertes, mientras que los de una constitución regular no debían ser mandados a un trabajo regular hasta los seis años. Hay sentido común y sana experiencia en este dicho del Talmud “Si pones a tu hijo a un estudio regular antes de los seis años, tendrás que correr siempre detrás y nunca lo alcanzaras”. Esto hace referencia principalmente al irreparable daño hecho por tensión tan temprana sobre la mente. Si por otra parte, llegamos a una amonestación acerca de comenzar a enseñar al niño cuando tiene tres años, esto debe hacer referencia a aquella temprana instrucción que consiste en ciertos pasajes de la Escrituras, o de pequeñas secciones aisladas y de oraciones, que un padre haría que su hijo repitiera, seis o siete años era la edad en la que un padre de Palestina estaba obligado legalmente a ocuparse de la instrucción escolar de su hijo.


martes, 4 de enero de 2011

¿En qué nos ayuda la arqueología biblica?

La Biblia no es un libro de mitos y leyendas. No se centra en una serie de enseñanzas morales, espirituales y litúrgicas. Es el relato de un pueblo y de personas concretas que vivieron en momentos históricos concretos. Con relación a esto, es importante señalar cómo la arqueología no solo corrobora el dato bíblico, sino que lo completa y lo aclara más. Una crónica babilónica del Museo Británico no solo confirma el relato bíblico de que Nabucodonosor tomó por primera vez Jerusalén en el 597 a.C. (2 R 24.8–17), sino que da el día de la conquista: 16 de marzo de ese año.

Por lo tanto, una de las grandes contribuciones de la arqueología ha sido el ayudar a colocar los relatos de la historia del pueblo de Dios en los distintos contextos históricos a los que pertenecen. Nos ayuda a ver la historia bíblica como parte de la historia universal.

1. EDAD DE PIEDRA

1.1 Paleolítico

1.2 Mesolítico (10.000–7000 a.C.)

1.3 Neolítico (7000–4000 a.C.)

1.4 Calcolítico (4000–3200 a.C.)

2. EDAD DE BRONCE

2.1 Bronce antiguo (3200–2500 a.C.)

2.2 Bronce medio (2500–1550 a.C.)

2.3 Bronce tardío (1550–1200 a.C.)

3. EDAD DE HIERRO

3.1 Hierro antiguo (1200–900 a.C.)

3.2 Hierro tardío (900–586 a.C.)

4. DE LA CAÍDA DE JERUSALÉN HASTA HERODES

4.1 Babilonia y Persia (586–300 a.C.)

4.2 Griegos y asmoneos (300–1 a.C.)

  1. ÉPOCA DEL NUEVO TESTAMENTO

En relación con lo anterior, la arqueología nos ayuda a ser más cuidadosos con nuestras afirmaciones y conclusiones al estudiar el texto bíblico. Es ya muy conocido el ejemplo de los dos primeros capítulos del Génesis. Hasta mediados del siglo pasado la opinión común era que el mundo fue creado 6000 o 4000 años a.C. El arzobispo inglés Usher llegó a tal grado de certidumbre que fechó la creación del hombre en el 4004 a.C. En la actualidad, prácticamente nadie apoya esas fechas. Los estudios contemporáneos han encontrado fósiles humanos de hace un millón de años. Las excavaciones arqueológicas comprueban la existencia de Jericó desde 7000 a.C.

Por otro lado, los descubrimientos arqueológicos impiden que saquemos conclusiones precipitadas en la lectura de algunos datos históricos. Por ejemplo, en Génesis 21.34 y 26.1 la referencia a los filisteos es sin duda una alusión anacrónica de esta gente, que se estableció en la costa sur de Palestina cinco o seis siglos más tarde. En la época patriarcal, los filisteos no habían emigrado de su lugar de origen, la isla de Creta.

La arqueología también nos ayuda a conocer el significado de palabras y expresiones que hasta ahora habían permanecido oscuras o mal traducidas en nuestras traducciones y versiones. Por ejemplo, en 1 Reyes 10.28 la RVR dice: «Y traían caballos y lienzos a Salomón». Sin embargo, dice Edwin Yamauchi: El comercio de Salomón con otras regiones ha estado oscurecido por una mala traducción en la mayoría de las versiones. La palabra que se tradujo en nuestras versiones por «lienzos», realmente significa «de Cilicia».6 Una versión más contemporánea dice así: «Los caballos de Salomón provenían de Cilicia» (NBE).

La arqueología también nos ayuda a colocar a Israel (por ejemplo) en el mundo cultural y religioso de su época. El descubrimiento de escritos de pueblos y países vecinos y contemporáneos del Antiguo Testamento nos permiten ver cuánto compartió o no Israel con la cultura, creencias, modos de vida y literatura de otros pueblos.

Es muy revelador considerar los varios datos ofrecidos por los descubrimientos de escritos procedentes de la época patriarcal con relación a la adopción, el matrimonio y ciertas prácticas religiosas. Por ejemplo, según las tablas de Nuzi, poseer los dioses domésticos o terafim de que habla Génesis 31.19, 30, 34, 35 era de gran importancia, no sólo porque garantizaban una vida próspera, sino porque aseguraban, a quien los tuviera en su poder, la posesión de la herencia. Eso explica por qué Raquel decidió apropiarse de los ídolos de su padre.

En 2 Reyes 20.7 se habla de la cataplasma de higos usada para curar la llaga del rey Ezequías. Entre los textos de Ugarit se ha hallado un manual para veterinarios, y uno de los medicamentos mencionados en él es la «cataplasma de higos viejos».

La arqueología no sólo ayuda a recobrar el contexto histórico general de Israel (o de la iglesia en el Nuevo Testamento), sino también a colocar a Israel en el contexto de su historia religiosa. Es sorprendente ver cómo hasta los relatos de milagros pueden verse iluminados por los descubrimientos arqueológicos (por ejemplo, las diez plagas de Egipto).

Los descubrimientos arqueológicos apoyan, en un buen número de casos, los datos que ofrecen los textos bíblicos. Por ejemplo, 1 Samuel 13.19–22 dice que los israelitas dependían de los filisteos para el uso de instrumentos de hierro. Una cuidadosa comprobación de los yacimientos de hierro y de su entorno ha demostrado que los primeros que utilizaron el hierro en los siglos XI y X a.C. fueron los filisteos.

En 1 Reyes 6.36 se describe la construcción del atrio interior del templo. Este tipo de construcción que pone una hilera de vigas de madera por cada tres hileras de piedras labradas se empleó también en el segundo templo (Esd 6.4); las excavaciones arqueológicas lo han encontrado en otros lugares del Próximo Oriente Antiguo. Probablemente se trata de una forma de proteger el edificio contra los terremotos.

Descubrimientos como los de Ras-Shamra, Qumrán y Ebla, ofrecen no sólo información sobre el contexto histórico, político, cultural y religioso, sino que, por la gran cantidad de documentos escritos, se han convertido en fuente importante para los estudios literarios y lingüísticos. Los estudios del ugarítico han demostrado ser importantes para entender el hebreo bíblico en cuestiones de estructura lingüística, sintaxis, problemas textuales y poesía. Qumrán ha hecho un gran aporte al ofrecernos escritos bíblicos cuya antigüedad es mil años anterior a la de los usados para el texto hebreo del Antiguo Testamento. Esto es esencial para la crítica textual. Los descubrimientos de Ebla nos permiten hacer estudios comparativos de nombres personales que hasta ahora sólo se encontraban en la Biblia. Esto permitirá refinar más el conocimiento de la historia del Antiguo Testamento en tiempos patriarcales. El eblita (un idioma semítico familiar del hebreo) será de gran ayuda para acercarse mejor al significado de 1700 palabras que sólo aparecen una vez en hebreo, y que en Ebla se usan en profusión.

Los descubrimientos y los estudios continuos de ellos abren nuevas posibilidades que refutan o apoyan viejas teorías. Tal es el caso de la ocupación de la tierra de Canaán por parte de los israelitas. Los relatos bíblicos no permiten obtener un cuadro uniforme. Y los resultados obtenidos por la arqueología y otras ciencias auxiliares han dado pie a tres teorías para explicarla:

1. La ocupación pacífica de la tierra (escuela de Alt y Noth).

2. La conquista violenta (Albright).

3. Revolución interna (Mendenhall, Gottwald, Bright).

Hoy por hoy la arqueología parece considerar más coherente la tesis de Mendenhall.

Junto con los métodos científicos desarrollados para los estudios arqueológicos, tenemos que tomar en consideración los límites de la arqueología.

Por más avances que haya en las técnicas de fijación de fechas, siempre es grande el margen de error. Hay muchas eventualidades que el arqueólogo no puede controlar.

Por ejemplo, en la excavación de los montículos (tells), un nivel completo de establecimiento humano se pudo haber perdido por causa de la erosión, o porque un pueblo se fue del lugar donde existían otros pueblos, y siglos después los descendientes retornaron.

Además, la información recabada por el arqueólogo siempre será incompleta porque ningún sitio se excava en forma total. Razones: excavar un sitio en su totalidad exige costos astronómicos; el arqueólogo sabe que debe dejar para la posteridad partes sin tocar (en espera de mejores métodos); no se excava todo para evitar gastos económicos y de tiempo, para que al final sólo se recabe información repetitiva.

Dentro de los límites de la arqueología tenemos que considerar los diferentes períodos que toca el relato bíblico. Los descubrimientos arqueológicos han dado y pueden dar información y luz sobre ciertos elementos dentro de la narración bíblica; sin embargo, el estudioso de la Biblia se contentará con los datos humanamente alcanzables.

Esto se torna más problemático si se considera que mientras que la arqueología provee información objetiva y concreta sobre un hecho o un pueblo, esta no puede ayudarnos mucho en aquellas afirmaciones bíblicas que se hicieron, no para referirse a un suceso en forma objetiva y directa, sino que son interpretaciones o declaraciones doctrinales sobre tal suceso. Sobre esto, el estudioso de la Biblia debe aprender a distinguir entre una información que se refiere a un dato corroborable por la arqueología y una declaración cuya intención no es el dato científico, sino la alabanza, la confesión de fe o la reflexión teológica.

Todo esto señala que para recobrar o encontrar la verdad bíblica, la arqueología no está sola. El estudiante de la Biblia necesita echar mano de otras ciencias auxiliares. En el estudio de la Biblia es casi indispensable estar familiarizado con los diversos géneros y formas literarias. Estos, junto con otros elementos, ayudan a descubrir cuál fue la intención del autor. Así, de antemano, el estudiante no se acercará a la Biblia y a la arqueología temeroso de que una contradiga a la otra. Ningún arqueólogo bíblico responsable y serio hace sus investigaciones tratando de probar o desaprobar el mensaje bíblico.

Fuente Descubre La Biblia / Ciencias Biblicas.


Los textos poéticos de la Biblia

Desde el punto de vista literario, la Biblia presenta una notable variedad de lenguajes o géneros literarios. Hay textos narrativos, códigos legislativos, dichos sapienciales, parábolas, profecías, cartas y escritos apocalípticos. Muchos de esos textos están escritos en prosa, pero otros—bastante numerosos—son textos poéticos.

A veces se trata de un himno intercalado en una narración, como los cánticos de Moisés (Ex 15.1–21), Débora (Jue 5.1–31), Ana (1 S 2.1–10), David (2 S 1.17–27) y Jonás (Jon 2.2–10). Otras veces el lenguaje poético comprende todo un libro (como en el Cantar de los Cantares) o la mayor parte de él (como en el libro de Job). También los profetas fueron grandes poetas, y lo mismo hay que decir de los salmistas, que no encontraron medio más adecuado para dialogar con Dios que el lenguaje de la poesía.

En el Nuevo Testamento no hay tantos poemas como en el Antiguo, pero de ningún modo están ausentes. En él se encuentran himnos y cánticos, cuya configuración rítmica y formal se destaca sobre el trasfondo del discurso en prosa que les sirve de contexto. De ello dan testimonio el cántico de María (Lc 1.46–55), el de Zacarías (Lc 1.67–79), el del anciano Simeón (Lc 2.28–32) y los himnos cristológicos que aparecen aquí y allí en las cartas paulinas (Flp 2.6–11; Col 1.15–20; Ef 1.3–14). También hay palabras de Jesús que tienen un ritmo muy particular, como el reproche que les dirigió a quienes habían rechazado todas las invitaciones de Dios:

«Tocamos la flauta,

pero ustedes no bailaron;

cantamos canciones tristes,

pero ustedes no lloraron».

(Mt 11.17)

Por último, cabe mencionar los himnos y doxologías del Apocalipsis, que nos traen un eco de los cánticos litúrgicos de la iglesia primitiva (cf., por ejemplo, Ap 5.9–10; 11.17–18; 12.10–12; 15.3–4).

Dada la abundancia de textos poéticos que contiene la Biblia, es muy difícil comprender a fondo su mensaje sin una cierta sensibilidad para apreciar el lenguaje de la poesía. De ahí la conveniencia (o mejor dicho, la necesidad) de que los lectores de la Biblia tengan algún conocimiento de la poética hebrea.

Fuente: Texto Descubre la biblia