martes, 10 de agosto de 2010

DAMASCO (parte II)


Damasco en el Período de la Ascendencia Hetea (ca. 1350 a. de J.C.). El control egipcio de Damasco iba a sufrir un rompimiento temporal con el surgimiento del poder heteo, bajo Suppiluliumas (ca. 1380–1346 a. de J.C.), quien saqueó varias ciudades de Mitani e invadió a Siria. Ariwana, mencionado como el rey del territorio de Apina en este tiempo, resistió la invasión hetea. Aunque los heteos reclamaron la victoria y los despojos de Apina, lo que debe ser claramente identificado con Upe (Ape), la tierra de Damasco mencionada en las Cartas de Amarna (véase Weidner, Boghazkoi–Studien VII<, pág. 14), se retiraron de la región. En la reorganización de Suppiluliumas de sus conquistas sirias, él estableció una serie de pequeños reinados vasallos, pero su dominio no se extendió a Damasco y la tierra de Upe, el cual debió haber vuelto al control egipcio como en los días de Amarna. Los agresivos faraones Seti I (1319–1301 a. de J.C.) y Ramesés II (1301–1234 a. de J.C.) intentaron reconquistar el dominio asiático de Egipto al norte de Upe. Estos últimos chocaron con los heteos en la famosa batalla de Cades. Lejos de ser una victoria brillante como es pintada por el hipócrita panegirista egipcio, el ejército heteo bajo Mutwatallis se dice que causó la retirada desordenada del enemigo hasta “el territorio de Apa”, la región de Damasco (Albrecht Gotze, OL XXXII, 1929, pág. 837). Eventualmente Ramesés II y los heteos firmaron un tratado de paz en 1280 a. de J.C., una copia cuneiforme del cual fue encontrada por Hugo Winckler en Boghazkoy, la capital hetea del Asia Menor. En la delimitación de esferas de influencias Egipto aparentemente controlaba la región de Damasco y el territorio sur de Hamat, aunque el tratado no menciona límites específicos. La ausencia de remanentes heteos al sur de Hamat muestra que los heteos no ejercieron control permanente sobre los damscenos. V. Damasco Bajo el Control Hebreo (ca. 1000–930 a. de J.C.). La colonización aramea en Siria y en el noreste de Palestina se realizó durante los varios siglos que siguieron al éxodo y la conquista de Canaán por Israel. Damasco en esta época llegó a ser colonizada por los arameos. Un pasaje que recuerda los primeros choques entre Aram e Israel se conserva en Jueces 3:7–11. Para el tiempo de Saúl, 1020 a. de J.C., los poderosos reinos arameos tales como Soba, Abel, Bet-maaca, Tob y Gesur habían crecido sobre las fronteras nororientales de Israel. Saúl chocó con estos principados (1 S. 14:47) (LXX). David los conquistó, (2 S. 8:1–18), así que durante el imperio davídico-salomónico, Damasco vino a ser parte del reinado hebreo. Sin embargo, durante los últimos años del reinado de Salomón, Rezón, un antiguo oficial de Hadadezer de Soba, estableció un fuerte centro de poder arameo en Damasco y rechazó con desdén a Salomón (1 R. 11:24). Esta agresiva ciudad estado, tan atrevida como para desafiar aun al poderoso Salomón, estaba destinada, después de la muerte de aquél, a gozar de un rápido crecimiento y convertirse en una seria amenaza para Israel, especialmente porque este último se debilitó por la división del reinado de las doce tribus. VI. Damasco como un Rival de Israel (ca. 930–879 a. de J.C.). Rezón, que estableció a Damasco como un dominante poder arameo (1 R. 11:24), evidentemente no era su primer rey, a menos que se lo identifique con Hezión, el padre de Tabrimón, padre del famoso Ben-adad I, mencionado en la lista dinástica conservada en 1 R. 15:18. Este orden de los primeros reyes arameos es corroborado extrabíblicamente por la importante estela de Ben-adad descubierta en 1940 al norte de Alepo en el norte de Siria (véase BASOR 87, octubre 1942, págs. 23–29, 90, abril 1943, págs. 30–32; Maurice Dunand, “Stele araméenne didiée a Melquart,” Bulletin de Musée de Beyrouth Vol. iii. 1941, págs. 65–76). Hezión y Tabrimón rápidamente tomaron ventaja de la división del reino israelita para asumir el control político en Siria y para legar a Ben-adad I (ca. 883–843 a. de J.C.) con un reinado lo suficientemente fuerte como para desafiar a todos sus enemigos. Asa de Judá (917–876 a. de J.C.) envió al último un soborno para atacar a Baasa rey de Israel (ca. 900–877 a. de J.C.) El duramente presionado Judá obtuvo descanso inmediato. Baasa tuvo que abandonar su fortificación de Rama como amenaza a Jerusalén y retirarse a su capital Tirsa (1 R. 15:16–22), ya que Ben-adad I había aprovechado la dorada oportunidad para extender el poder de Damasco e invadir el Israel nororiental (ca. 879 a. de J.C.). "Foto Street scene in Damascus' old city" Fuente:Charles F. Pfeiffer. Dictionary of Biblical Archaeology

jueves, 5 de agosto de 2010

DAMASCO


Damasco es una ciudad muy antigua de Siria (Aram) ubicada en la región de un oasis fértil al oriente de la cordillera del Antilíbano con su pico nevado, el monte Hermón, que se levanta majestuosamente al suroeste. Su nombre hebreo (Damneseq) y el arameo (Darmeseq) aparece en la Biblia (2 R. 16:10). En las *Cartas de Amarna aparece como Dimashqa, Dumashqa, y en egipcio Timashgi. Su nombre árabe es Dimasq o Dimaskq ash-Sham. La ciudad del día de hoy es la capital de Siria y constituye una de las ciudades más antiguas en el mundo ocupadas continuamente.
I. Damasco en la Edad Patriarcal (ca. 1850–1600 a. de J.C.). La primera mención del distrito (Apum) en el cual la antigua ciudad estaba ubicada ocurre en los *Textos de Execración que datan ca. 1850–1825 a. de J.C. y pertenecen a la primera mitad del reinado del faraón Amenemhet III (ca. 1837–1789 a. de J.C.). El distrito de Apum es bien conocido como Api (Upe) de las Cartas de Amarna como la designación de un territorio (matu) en el cual Damasco estaba situado. El nombre Apum también está registrado por otras tres generaciones después de los Textos de Execración en las *Tabletas de Mari de Tell el-Hariri en el Eufrates medio, descubiertas en 1936. Este antiguo nombre de la región damascena viene aparentemente de la palabra acadia apum más tarde apu (a menudo escrita abi o api) denotando “matorrales o malezas de juncos (cañuela)”. Esta es una descripción singularmente apropiada para el oriente damasceno, una región que los árabes llaman El Merj (“la tierra de la pradera”), la que está dotada con lagos y pantanos llenos de juncos.
El nombre de Damasco en el tiempo de Abraham, ca. 2.000 a. de J.C., era probablemente Mesheq, como aparentemente lo sugiere la difícil referencia de Génesis 15:2, 3. La reconstrucción del texto por W. F. Albright de este pasaje es así: “Y el ‘hijo de mi casa’ presumible heredero es el ‘hijo de Mesheq’, (habitante de Mesheq), el cual es Damasco … y he aquí el ‘hijo de la casa’ será mi heredero.” (Véase Merrill F. Unger, Israel and the Arameans of Damascus, London, 1957, pág. 4).
II. Damasco Bajo el Control Egipcio (ca. 1475 a. de J.C.). La ciudad se menciona primeramente en forma extra-bíblica entre las conquistas asiáticas del gran constructor del imperio, Thutmose III (1490–1436) en sus anales preservados en el templo de la gran Karnak de Amun, en Tebas. La ciudad aparece como Timasku, trece en el orden de la enumeración de las ciudades-estados siro-palestinas tomadas por la “primera campaña victoriosa” de Thutmose, cuando Meguido, la fortaleza clave en Esdraelón cayó bajo el control egipcio.
III. Damasco en la Edad de Amarna (ca. 1375 a. de J.C.). Las *Cartas de Amarna, descubiertas en Egipto en 1886, nos introducen a una revuelta contra el control egipcio de Siria en la región general de Upe y suministran un vistazo íntimo del status político de Damasco y de las ciudades-estados contiguas de este tiempo, especialmente Qatna, al sur de Hamath en el Orontes. El rey Akizzi de Qatna, cuyo dominio colindaba en el norte con Damasco, pagaba alto tributo por la lealtad de Damasco al faraón Amenhotep IV (ca. 1375–1370 a. de J.C.) ya que él usa esta fidelidad como una medida de comparación para aquella de su propio reino: “O Señor, como Damasco al Timashgi en la tierra de Upe ina mat Upe es fiel al faraón así Qatna de igual manera es leal” (EA 53:63–65).
Biriawaza, el representante del gobierno egipcio en Upe y Damasco, empleó a *habiru (soldados mercenarios) para mantener la autoridad de su país en esta región (EA 195:27 y sigtes.). Sihabía rey en Upe, como parece claro de los textos de *Boghazkoy (E. F. Weidner, Politische Dokumente aus Kleinasien Boghazkoi-Studien, Helt 8, pág. 14 líneas 40 y sigtes.) no se menciona en las Cartas de Amarna. Biriawaza, al contrario, fue aparentemente un príncipe o noble de Mitani (un reino de Mesopotamia) relacionado de alguna manera por matrimonio con la familia real egipcia, como era común en ese período.
"Foto Damasco Modena" Fuente:Charles F. Pfeiffer. Dictionary of Biblical Archaeology

miércoles, 4 de agosto de 2010

Galilea en la Epoca del Señor (parte I)


"Galiea de los Gentiles" Mateo 4:15 "Galilea de los Gentiles" Mateo 4:15 toda esta parte estaba habitada en gran parte por Gentiles; fenicios, sirios, árabes y griegos, es extraño como prevalecía el elemento pagano en muchas de estas ciudades con las que estamos familiarizados gracias al Nuevo Testamento. Tiberias, que dio su nombre al lago, era de origen reciente en tiempos de Cristo, habiendo sido construida por el tetrarca Herodes Antipas (el Herodes de la historia evangélica), y recibió su nombre en honor del emperador Tiberio. Aunque recibido de su fundador muchos privilegios, como casas tierras para sus habitantes y exención de impuestos, manteniéndose esto en vigor bajo Vespasiano después de la guerra judía.

“Si alguien quiere enriquecerse, que vaya al norte; si desea adquirir sabiduría, que venta al sur” Este era el dicho el que el orgullo rabínico distinguía entre la riqueza materia de Galilea y la supremacía de erudición tradicional que pretendían las academias de Judea propia. Pero no paso mucho tiempo antes que Judea perdiera esta dudosa distinción, y que sus escuelas peregrinaran hacia el norte, acabando estableciéndose junto al lago de Genesaret, y en aquella misma ciudad de Tiberias que antaño había sido considerada como inmunda! Ciertamente, la historia de las naciones registra el juicio de las mismas; y es extrañamente significativo que la colección autoritativa de la ley tradicional judía, conocida como la Misná, y el llamado Talmud de Jerusalen que forma su comentario palestinense, salieran finalmente de lo que fue oficianlmente una ciudad pagana, construida sobre el emplazamiento de unos viejos y olvidados sepulcros, luego de la reconstrucción que hiciera Herodes sobre un cementerio, Pero en tanto que Jesuralen y Judea fueron el centro de la erudición Judia, no había términos de menosprecio suficientemente duros para expresar el arrogante desdén con el que un rabinista normal consideraba a sus correligionarios del norte. Las despreciativas palabras de Natanael (Juan 1:46) “De Nasaret puede salir algo bueno?” , suenan a un dicho común de este periodo; y la reprensión de los fariseos a Nicodemo (Juan 7:52) “Escudriña y ve que de Galilea nunca ha surgido ningún profeta”, fue salpicada con la burlona pregunta “Acaso eres tu también galileo?” No se trataba meramente de una superioridad cociente, como la de los “de la ciudad” como solían ser llamados los habitantes de Jesuralen, se decía que exhibían comúnmente ante sus “primos de campo” y todos los demás, sino un desprecio ofensivo, expresado a veces con una zafiedad casi increíble., con una ausencia total de delicadeza y de caridad, pero siempre con mucha y piadosa auto afirmación. La frase “Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres” (Lucas 18:11) parece el aliento natural del rabinismo en compañía de los iletrados, y de todos los que eran considerados inferiores intelectuales o religiosos, y la historia parabolica del fariseo y del publicano en el evangelio no es contada por la especial condena de aquella oración, sino como característica de todo el espíritu del fariseismo, incluso al acercarse a Dios. “Esta gente que no conoce la ley (esto es, la ley tradicional), son unos malditos” esta frase era el brusco sumario de la estimación que tenían los rabinos de la opinión popular. Llegaba a tal grado que los fariseos hubieran deseado excluirlos no solo de las relaciones normales, sino de la capacidad de dar testimonio, y que incluso aplicaran al matrimonio con ellos un pasaje como Deuteronomio 27:21.