viernes, 1 de octubre de 2010

DANIEL (ADICIONES DEUTEROCANÓNICAS)

Las antiguas traducciones griegas del libro de Daniel (=Dn) contienen tres pasajes(=Dn [dc]) que no se encuentran en el texto hebreo-arameo tradicional.

En Dn 3.19-23 se narra cómo los tres jóvenes judíos Sadrac, Mesac y Abed-negó fueron arrojados al horno encendido por no querer adorar la estatua de oro que había mandado hacer el rey Nabucodonosor. El texto griego inserta, después del v. 23, un pasaje litúrgico formado por una oración en la que Azarías confiesa los pecados del pueblo de Israel por los que han merecido el castigo y pide misericordia a Dios, seguida de un canto de alabanza a Dios entonado por los tres jóvenes.

El segundo pasaje es el relato acerca de Susana, virtuosa mujer a la que dos jueces perversos acusan falsamente de adulterio, por lo que hacen que sea sentenciada a muerte. Daniel demuestra que es inocente y le salva la vida. En algunas ediciones, este relato se coloca al comienzo del libro, en otras al final, como cap. 13. Esta última es la numeración usada en la presente edición.

El tercer pasaje se compone de dos relatos en que se ridiculiza el culto a los falsos dioses. En el primero se cuenta cómo Daniel destruyó el ídolo del dios Bel; y en el segundo, cómo mató a una serpiente mostruosa. Estos pasajes forman el cap. 14.

Estos relatos no tenían interés histórico propiamente, sino que se proponían la edificación en la vida de piedad y la instrucción religiosa o moral. Es posible que estas historias hayan sido redactadas originalmente en hebreo (o arameo) y luego traducidas al griego. Algunos piensan, sin embargo, que el relato sobre Susana fue escrito desde el principio en griego.

El texto griego de estos pasajes se conserva en dos versiones que difieren en muchos detalles. En la presente edición se ha tomado como base el texto de la versión llamada de Teodoción.

PRIMER LIBRO DE LOS MACABEOS

El Primer libro de los Macabeos (=1 Mac) es la traducción de una obra original semita, casi con seguridad escrita en hebreo, aunque hasta ahora no se ha encontrado ningún fragmento de ese texto. La redacción final debió de hacerse en los últimos años del s. II a.C., en tiempos de Juan Hircano. En su narración se sigue un orden cronológico: después de recordar brevemente las conquistas de Alejandro, el autor habla de la persecución de Antíoco IV Epífanes y narra a continuación las hazañas de Matatías y de sus hijos Judas, Jonatán y Simón. Termina con la subida al trono de Juan Hircano, hijo de Simón. Acerca del origen del nombre Macabeo, véase 2.4 n.

El libro se escribió para recordar las hazañas de los macabeos o hasmoneos y para legitimar la monarquía reinante. Había que mostrar de qué manera Juan Hircano había llegado a ser al mismo tiempo sacerdote y jefe civil. Su sacerdocio se podía explicar por su ascendencia levítica; no así el cargo de rey que pertenecía únicamente a la dinastía de David.

El autor toma como modelo la forma literaria de los antiguos libros históricos (Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel, y 1 y 2 Reyes; historia deuteronomista). él estaba convencido de que el Dios de Israel era el verdadero protagonista de los hechos que narraba. El Señor interviene ahora, como había intervenido en otras épocas, y de nuevo suscitaba salvadores para su pueblo. Cuando Israel adoraba falsos dioses era castigado. También en el momento presente la persecución de Antíoco era un castigo por la apostasía de muchos judíos. El vocabulario empleado y las frases utilizadas muestran el deseo de inspirarse en los antiguos relatos del libro de Reyes.

El escritor tomó mucho de sus propios recuerdos; utilizó igualmente los archivos del tesoro, donde se guardaba una serie de documentos: cartas del Senado Romano, de los reyes seléucidas, etc. Además, se sirvió de una fuente pagana que le suministró, entre otras cosas la cronología.

Su punto de vista es religioso. La ley es el centro de todo. La lucha no es tanto entre los seléucidas y los macabeos, sino entre los observadores de la ley y sus adversarios. Tiene así mismo intenciones políticas, pues toma siempre partido por los macabeos.

Teniendo en cuenta los principales protagonistas de las acciones que se narran, el esquema del libro puede presentarse así:

1. Introducción (1.1-64)

2. Matatías (2.1-70)

3. Judas Macabeo (3.1--9.22)

4. Jonatán (9.23--12.53)

5. Simón (13.1--16.24)

SEGUNDO LIBRO DE LOS MACABEOS

El Segundo libro de los Macabeos (=2 Mac) no es, como pudiera pensarse, la continuación del Primer libro de los Macabeos; es, en parte, una obra paralela, pero más restringida. Gira alrededor de las hazañas de Judas y se detiene en la victoria de este sobre Nicanor. Es decir, va aproximadamente desde el 180 hasta el 160 a.C.

No se conoce el nombre del autor. Este presenta su obra como un resumen de un escrito más amplio, de cinco volúmenes, compuesto por Jasón de Cirene, del que no se sabe mayor cosa. Tanto el original como el resumen se escribieron en griego.

El Segundo libro de los Macabeos comienza con dos cartas que los judíos de Jerusalén envían a los de Egipto. En ellas los exhortan a celebrar la fiesta de la Dedicación del Templo, instituida por Judas Macabeo.

La historia propiamente dicha comienza en 2.19-32, con un prefacio en que el autor explica sus intenciones y su método: con mucho trabajo ha resumido los cinco tomos de Jasón de Cirene. El autor del resumen sin duda añadió algunos elementos propios.

El telón de fondo de esta historia son los intentos de los reyes de la dinastía seléucida (especialmente Antíoco IV) de imponer la cultura y religión griegas en Israel, con el apoyo de algunos judíos, y la lucha de muchos otros por mantener su identidad religiosa, cultural y política (véase la Introducción general a los libros de los Macabeos).

El autor presenta la historia de este periodo con una visión teológica, dentro del esquema “fidelidad-pecado-castigo-misericordia”. Cuando el cargo de sumo sacerdote lo ejerce un hombre fiel, el templo es inviolable (cap. 3). Viene luego un periodo de decadencia y pecado (4.1--5.10) que lleva inevitablemente al castigo (5.11--6.17). La fidelidad de algunos que prefieren el martirio a quebrantar la ley apacigua la cólera de Dios. (6.18--7.42). A esto se unen las oraciones del pueblo y el Señor se aplaca y Judas derrota a los paganos y purifica el templo (8.1--10.8). Vienen nuevas luchas con otros pueblos y nuevas victorias de Judas (10.9--15.39).

Tres temas principales concentran la atención: Dios, el templo, la ley. Son frecuentes las invocaciones a Dios. Se da relieve a la santidad del templo. Los que quieren destruirlo, sucumben. Entre ellos están Antíoco IV Epífanes, Lisias, Antíoco Eupátor y Nicanor. El autor profesa claramente la fe en la retribución después de esta vida. La esperanza en la resurrección anima a los mártires. La solidaridad con el pueblo no se rompe con la muerte. Se recalca la importancia de la observancia fiel de la ley.

Fundamentalmente es una obra de historia, pero no en el sentido moderno; los datos reales son transformados en símbolos que sirven de enseñanza. De allí que los personajes aparezcan con rasgos ejemplares; seres sobrehumanos intervienen para ayudar en los momentos de crisis. Los discursos que aquí y allá aparecen en la obra quieren conmover al lector. Las gestas exageradas pertenecen a esta manera propia de narrar. El estilo es retórico, ampuloso, rebuscado, de acuerdo con los usos de la historiografía de ese entonces.

El libro puede dividirse en las siguientes partes:

1. Cartas a los judíos de Egipto (1.1--2.18)

2. Prólogo del autor (2.19-32)

3. Historia de Heliodoro (3.1-40)

4. Persecución en tiempos de Antíoco IV (4.1--7.42)

5. Victoria de Judas y purificación del templo (8.1--10.8)

6. Luchas con los pueblos vecinos y con Lisias (10.9--13.26)

7. Lucha con Nicanor (14.1--15.39)

Fuente : Libros Deuterocanonicos del Dr. Bill Mitchell

BARUC

Un autor desconocido, acudiendo a un recurso frecuente en esa época, agrupó bajo la prestigiosa autoridad de Baruc una antología (=Bar) de textos religiosos de diversa índole y de diferente origen.

Baruc había sido el secretario y hombre de confianza del profeta Jeremías (cf. Jer 32.12-14; 36.1-19,26,32). Al final compartió también la suerte del gran profeta (Jer 43.4-7). Una de las profecías de Jeremías estaba dirigida personalmente a él (Jer 45).

Todo esto contribuyó, sin duda, a la fama de que gozó el nombre de Baruc. En efecto, además de la presente colección, más tarde se publicaron bajo su nombre otros escritos (los llamados “Apocalipsis de Baruc”), que no forman parte de la Biblia.

El libro se compone de varias secciones claramente distintas. Ante todo, hay que notar que la llamada Carta de Jeremías, es un apéndice que literariamente es independiente del libro de Baruc.

El libro de Baruc propiamente dicho, a su vez, se compone de las siguientes partes:

I. Introducción narrativa (1.1-14)

II. Oración penitencial (1.15--3.8)

III. La sabiduría (3.9--4.4)

IV. Palabras de aliento (4.5--5.9)

V. Carta de Jeremías (6.1-72)

La variedad de temas y géneros no impide cierta armonía de fondo. Compuestos en un momento en que el judaísmo debía definir nuevamente su identidad religiosa y nacional, estos textos insisten en la necesidad de reconocer la santidad de Dios y, en contraste con esta, el pecado del pueblo, al mismo tiempo que recuerdan las promesas de salvación que Dios había hecho a Israel. Después de la catástrofe del s. VI a.C., la ley viene a ser el gran aglutinante religioso y social.

El libro quiere infundir un sincero espíritu de conversión a Dios y recordar a los israelitas que la verdadera sabiduría, la que enseña a ordenar rectamente la vida en sus múltiples aspectos, la encuentran ellos en la ley; al mismo tiempo quiere sostener la esperanza en las promesas de salvación para el futuro.

Como posibles fechas de composición del libro se señalan la segunda mitad del s. II o la primera mitad del s. I a.C.

La Carta de Jeremías, como se ha dicho, es un apéndice añadido al libro de Baruc. Este escrito, de autor desconocido, más que una carta propiamente dicha es un mensaje dirigido a los israelitas que van al destierro para ponerlos en guardia contra la infidelidad al verdadero Dios. Todo él es una mordaz sátira contra los cultos idolátricos babilonios, pero no perdía actualidad en situaciones posteriores como la del periodo helenístico, cuando la fe de Israel se veía amenazada por ideas y costumbres extrañas. El escrito se inspira en Jer 10.1-6; Sal 115 y, sobre todo, en Is 44.9-20.

No se sabe exactamente de qué época proviene el texto original de este escrito, probablemente redactado en hebreo, pero conservado solo en traducción griega.

ECLESIÁSTICO (SIRÁCIDA)

El más largo de los libros sapienciales es el libro llamado Eclesiástico (=Eclo) en la tradición latina. La versión griega le da el título de “Sabiduría de Jesús hijo de Sira”, lo que explica que a veces también se dé a este libro el nombre de “Sirácida”. En su origen, el título “Eclesiástico” probablemente se refería al hecho de que, aunque no pertenecía al grupo de los libros de canonicidad indiscutida (libros protocanónicos o del canon hebreo), se usaba en la iglesia para instrucción de los fieles. Posteriormente se convirtió en el texto por excelencia de instrucción para los nuevos creyentes y, así, en libro de especial uso en la iglesia.

Aunque el nombre del autor del libro no aparece de manera uniforme en los manuscritos antiguos, el que aparece como más probable es el de Jesús, quien, según el texto hebreo, era hijo de Eleazar y nieto de Sira, o, según el texto griego, hijo de Sirac (50.27). De todas maneras, se ha hecho común el nombre de Ben Sira o Sirácida para designar al autor.

Acerca de este tenemos algunos datos que da el mismo libro (33.16-18; 34.11-12; 39.32; 50.27; 51.13-22) y, sobre todo, los que nos ofrece el prólogo escrito por el traductor griego.

El autor era un judío (de Jerusalén, según el texto griego de 50.27), que había viajado y aprendido mucho, tanto en la escuela de la vida como en el estudio de la sabiduría. Tenía un amor profundo por la ley y el templo, por la historia de su pueblo y por las enseñanzas de sus antepasados. Quiso comunicar a otros el fruto de sus experiencias, estudios y reflexiones, y escribió este libro en hebreo.

Desafortunadamente, el texto hebreo no se ha conservado en su totalidad, aunque se han encontrado importantes fragmentos en El Cairo, en Qumrán y en Masada; pero se observa que el texto no fue transmitido con la fidelidad y exactitud con que lo fueron los libros hebreos protocanónicos. Los fragmentos hebreos conocidos actualmente corresponden a las siguientes partes del texto: 3.6--16.26; 25.8--26.17; 30.11--34.1; 35.9--38.27; 39.15--51.30. De las partes restantes, solo se conservan en hebreo trozos aislados.

Un nieto del autor hizo en Egipto la traducción griega. De esta traducción sí se conserva el texto completo. Existe también una versión siríaca antigua hecha a partir del hebreo, aunque con influencia del griego en algunos casos. También existen otras traducciones antiguas, de las que la más utilizada fue la latina, hecha a partir del texto griego.

La traducción castellana que se ofrece aquí se basa en lo que se conoce del texto hebreo, de acuerdo con la edición de F. Vattioni, pero se han tenido en cuenta las versiones antiguas, especialmente la griega. Cuando no existe el texto hebreo, se ha utilizado el griego. En las notas se indican algunas de las variantes más importantes.

De los datos suministrados en el prólogo (véase Prólogo del traductor griego nota c), se deduce que el traductor llegó a Egipto el año 132 a.C. Se puede suponer que su abuelo escribió su obra unos cincuenta años antes, o sea, hacia el año 180 a.C.

El libro no es un tratado sistemático y ordenado sobre un único tema o sobre el conjunto de las creencias de Israel, sino más bien una serie de reflexiones e instrucciones sobre muchos temas más o menos tradicionales en la literatura sapiencial, sin que se descubra un plan preciso. Los títulos que se colocan en el texto tratan de indicar el tema más sobresaliente en cada sección.

La enseñanza del Sirácida se sitúa, por una parte, en la tradición de los profetas y sabios de Israel: fe en el único Dios, Creador y Señor del universo, y, de manera especial, de Israel, con quien hizo una alianza; aprecio por la sabiduría, por el templo y por el culto; alabanza y acción de gracias a Dios por su constante amor; insistencia en la necesidad de una vida recta y leal frente a Dios y del cumplimiento de los deberes para con el prójimo. Muchas de las reflexiones sobre los temas de la vida diaria (el trabajo, la riqueza y la pobreza, los amigos, la mujer, la educación, la enfermedad, los buenos modales, etc.) amplían los dichos más breves de libros anteriores (Proverbios, Eclesiastés). La enseñanza se da bien sea mostrando cómo hay que proceder, bien sea criticando la manera como los hombres actúan de ordinario.

Por otra parte, nos encontramos ya en la época del judaísmo que insiste especialmente en la importancia de la ley, como expresión suma de la voluntad de Dios, y que, en contacto y a veces en lucha abierta con otras culturas, se ve en la necesidad de afirmar su propia identidad.

Algunos textos de este libro, como los que hablan del perdón de las ofensas (28.1-7) y la invocación de Dios como Padre (23.1; 51.10), tienen eco en las enseñanzas de Jesús consignadas en los evangelios.

En el libro pueden distinguirse las siguientes partes principales:

1. Reflexiones sobre diversos temas (1.1--42.14)

2. Meditación sobre la gloria de Dios en la naturaleza (42.15--43.33)

3. Elogio de los antepasados (44.1--50.29)

4. Sección conclusiva (51.1-30)

SABIDURÍA

El libro de la Sabiduría (=Sab) fue escrito originalmente en griego por un autor desconocido. Forma parte de toda una corriente religioso-literaria que se desarrolló en el judaísmo helenístico, especialmente en Alejandría (norte de Egipto), donde existía una importante colonia judía que se había apropiado muchos aspectos de la cultura griega. Fue allí, en efecto, donde las escrituras hebreas se tradujeron al griego, y donde muchos otros escritores judíos publicaron obras importantes.

El autor quiso escribir un libro sapiencial, en la línea de otros escritos bíblicos en que se exalta la sabiduría y se dan enseñanzas para ordenar rectamente la vida (como ciertas partes de Job, algunos Salmos, Proverbios, Eclesiastés y Eclesiástico). Sin embargo, se diferencia de aquellos en varios aspectos. Ante todo, no es una serie de máximas o sentencias breves al estilo de los Proverbios o buena parte de Eclesiastés o Eclesiástico, sino que más bien, al estilo de Job o de algunos Salmos, desarrolla ampliamente unos pocos temas. En el caso de la Sabiduría, esos pocos temas se tratan con gran amplitud y con un lenguaje bastante elaborado.

El autor utiliza un procedimiento literario común en la literatura judía: asume la persona de un autor famoso para hablar en nombre de él. En este caso, el autor, sobre todo en la primera y en la segunda secciones, habla en nombre de Salomón, el rey sabio por excelencia. Por esta razón el libro fue conocido a veces con el título de Sabiduría de Salomón.

La sabiduría de que aquí se trata no es simple conocimiento humano de las cosas de este mundo, sino un don de Dios que siempre lo tiene a él como punto de referencia. No se refiere solo a aspectos teóricos sino que es eminentemente práctica. Debe enseñarle al hombre cómo ordenar su vida. No es solo para el individuo, sino para toda la sociedad. Por eso, esta sabiduría deben buscarla sobre todo los gobernantes.

En una primera sección (1.1--5.23), se pone de relieve el aspecto esencialmente moral de la sabiduría y se contraponen dos géneros de vida y dos tipos de criterios: los de los buenos, los que siguen la sabiduría verdadera, y los de los malos, los que llevan una vida de injusticia. En consecuencia, el juicio de Dios dará diversos destinos a estos diferentes grupos de personas. El autor no dice de manera explícita quiénes son esos “malos” mencionados con frecuencia: ¿judíos que han renegado teórica y prácticamente de su fe y de sus costumbres? ¿paganos que se oponen y ridiculizan a los que se mantienen firmes en su fe y tradiciones israelitas? Para el autor es más importante describir su manera de pensar y sus actitudes que identificarlos social o políticamente.

La segunda sección (6.1--9.18) es una exhortación a buscar la sabiduría. El autor la describe y la elogia, y termina (asumiendo la persona de Salomón) con una bella oración a Dios para pedir la sabiduría.

La tercera sección (10.1--19.22) se dedica a mostrar cómo ha manifestado Dios su sabiduría en la historia, sobre todo en la época de la salida de Israel de Egipto. A propósito de esta idea fundamental se añaden algunos temas relacionados, especialmente el de la idolatría.

El autor revela, por una parte, su conocimiento de las tradiciones bíblicas de Israel; pero, al mismo tiempo, al reflexionar sobre ellas, utiliza procedimientos propios del judaísmo tardío (como el llamado midrash, que es una amplificación y actualización de los temas de la Biblia y de las tradiciones anteriores a esta).

En algunos aspectos, como en el relacionado con la inmortalidad del alma y la convicción de que la esperanza del justo no queda frustrada con la muerte, se muestra la cercanía al pensamiento griego, tal como aparece sobre todo en el judaísmo helenístico. También en otros aspectos, el autor muestra su conocimiento de las doctrinas filosóficas griegas.

Pero él no pretende escribir una historia de Israel ni un tratado filosófico. Su escrito es, más bien, una reflexión, adaptada a su tiempo y a su cultura, sobre grandes temas que inquietaban a todo israelita que vivía en esa situación especial.

Se puede suponer, por los diversos indicios del texto, que este libro fue escrito hacia los comienzos de la era cristiana o un poco antes.

Esquema del libro:

I. Actitudes de los buenos y los malos y juicio de dios (1--5)

II. Exhortación a buscar la sabiduría (6--9)

III. La sabiduría en la historia (10--19)