martes, 4 de enero de 2011

Los textos poéticos de la Biblia

Desde el punto de vista literario, la Biblia presenta una notable variedad de lenguajes o géneros literarios. Hay textos narrativos, códigos legislativos, dichos sapienciales, parábolas, profecías, cartas y escritos apocalípticos. Muchos de esos textos están escritos en prosa, pero otros—bastante numerosos—son textos poéticos.

A veces se trata de un himno intercalado en una narración, como los cánticos de Moisés (Ex 15.1–21), Débora (Jue 5.1–31), Ana (1 S 2.1–10), David (2 S 1.17–27) y Jonás (Jon 2.2–10). Otras veces el lenguaje poético comprende todo un libro (como en el Cantar de los Cantares) o la mayor parte de él (como en el libro de Job). También los profetas fueron grandes poetas, y lo mismo hay que decir de los salmistas, que no encontraron medio más adecuado para dialogar con Dios que el lenguaje de la poesía.

En el Nuevo Testamento no hay tantos poemas como en el Antiguo, pero de ningún modo están ausentes. En él se encuentran himnos y cánticos, cuya configuración rítmica y formal se destaca sobre el trasfondo del discurso en prosa que les sirve de contexto. De ello dan testimonio el cántico de María (Lc 1.46–55), el de Zacarías (Lc 1.67–79), el del anciano Simeón (Lc 2.28–32) y los himnos cristológicos que aparecen aquí y allí en las cartas paulinas (Flp 2.6–11; Col 1.15–20; Ef 1.3–14). También hay palabras de Jesús que tienen un ritmo muy particular, como el reproche que les dirigió a quienes habían rechazado todas las invitaciones de Dios:

«Tocamos la flauta,

pero ustedes no bailaron;

cantamos canciones tristes,

pero ustedes no lloraron».

(Mt 11.17)

Por último, cabe mencionar los himnos y doxologías del Apocalipsis, que nos traen un eco de los cánticos litúrgicos de la iglesia primitiva (cf., por ejemplo, Ap 5.9–10; 11.17–18; 12.10–12; 15.3–4).

Dada la abundancia de textos poéticos que contiene la Biblia, es muy difícil comprender a fondo su mensaje sin una cierta sensibilidad para apreciar el lenguaje de la poesía. De ahí la conveniencia (o mejor dicho, la necesidad) de que los lectores de la Biblia tengan algún conocimiento de la poética hebrea.

Fuente: Texto Descubre la biblia

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